sábado, 21 de octubre de 2017

Poco a poco.

Existen de los pequeños. Como una mirada a escondidas, una de esas que lo dice todo. Una sonrisa, imposible de controlar. Ir por la calle y rozar su mano con la tuya. Las cosquillas entre risas de niños pequeños. Las ganas interminables de hablar. Una llamada por teléfono, de esas que nadie quiere colgar. Luego están los grandes. Los que marcan una gran diferencia. Locuras que parecen un sueño. Un abrazo con un toque de desesperación, provocado por un pensamiento negativo o una pesadilla, como si te fuese a perder. Que se ponga tu ropa y luego huela a ella. Un regalo absurdo, algo que lleves siempre puesto y que al mirarlo, te venga su imagen a la cabeza. Su cara, sus ojos tranquilizadores. Su respiración cerca de tu cuerpo. Caricias por partes insospechables. Besos inesperados. Que te coja por la calle y te abrace para sentir tu calor... Existen pequeños y grandes. Pero sean cuales sean, y sean como sean, los pequeños y grandes detalles marcan la diferencia. La diferencia entre quererte. La diferencia entre amarte. O la diferencia de estar locamente enamorado de ti.

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